Fue un día caótico, como son los días en que todos mis hijos están en casa. Es imposible trabajar, me distraen todo el tiempo. Hoy vinieron el Java, Martín, Diego, los amigos de Ale y se pusieron a jugar en la computadora. Si no tengo la computadora para trabajar, soy cero, es horrible mi dependencia con la máquina, pero es así (a menos que esté pintando un cuadro, por ejemplo, pero no estoy trabajando en eso ahora). Mientras ellos estaban ocupando la computadora me fui al jardín y arreglé las plantas aromáticas. También planté unos echalotes y unos ajos, y subí todas las macetas a la ganchera de hierro, para que queden altas y las perras no las rompan. Yaguá, la cachorra cimarrona, la hija de Paca, tiene cinco meses y todavía no entiende bien los códigos humanos, así que rompe cosas, para ella es lo mismo un zapato que un envase de plástico, y las plantas le atraen especialmente. Regué las plantas y el césped; podé algunas ramas feas de los hibiscos (que están llenos de pimpollos); corté una rama desubicada del jazmín del Paraguay que había crecido larga, hacia arriba, como si quisiera independizarse de las otras ramas y encima sin flores, pura hoja verde. El jazmín ahora está hecho una belleza, tapado de flores blancas y lilas, y esa rama lo dejaba feo, así que con un gesto que reconozco autoritario le dije “vos, chiquita, no te me hagas la viva” y track, la rama cayó sin que la oyera quejarse. Regué el jazmín del cabo (que todavía no tiene pimpollos) y mientras revisaba las azaleas encontré unas violetas, aspiré el aroma y las corté y fui a la cocina y las puse en un florerito. Después pasé por delante de la puerta de mi reducto privado, seguía invadido por adolescentes jugando impertérritos en mi computadora, así que dije chau (por supuesto nadie me oyó ni me contestó) y salí a la calle, decidida a ir a la Rambla a pasear.

Etiquetas: octubre 05

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